Cómo afecta la corrupción nuestro bolsillo sin que lo notemos
Fernando Basto C
Analista Político y Anticorrupción
La corrupción en Colombia no solo es un tema de escándalos o titulares. Es un enemigo silencioso que nos afecta a todos, incluso sin darnos cuenta. Golpea directamente nuestro bolsillo, nuestras oportunidades y nuestra calidad de vida. Según Transparencia por Colombia, entre 2016 y 2022 se perdieron más de 94 billones de pesos por corrupción. Esa cifra representa casi el presupuesto total del Ministerio de Educación para un año. Es dinero que debería estar construyendo colegios, hospitales o vías, y que termina desviándose hacia los bolsillos de unos pocos.
Cuando ese dinero se pierde, el Estado queda sin recursos suficientes para cumplir sus funciones. Y al final, somos nosotros quienes terminamos pagando más impuestos sin ver mejoras reales. Eso ya lo vivimos con casos como el del Programa de Alimentación Escolar en La Guajira, donde se pagaban desayunos escolares a $30.000 que no valían ni $5.000, y en muchos casos ni siquiera se entregaban. Ese sobrecosto sale de nuestro bolsillo, no del de los corruptos.
También sentimos el impacto cuando los servicios públicos no funcionan y nos toca pagar por alternativas privadas. Si el hospital del barrio no tiene médicos ni insumos, pagamos consulta particular. Si la educación pública está abandonada, buscamos colegios privados. Si las calles están llenas de huecos por obras mal hechas, nuestros vehículos se dañan más seguido. En Bogotá, por ejemplo, el contrato de ambulancias por más de $69 mil millones quedó bajo investigación por presuntas irregularidades, mientras muchos seguimos esperando atención que no llega.
El desempleo y la inseguridad también se agravan cuando los recursos para programas sociales o de emprendimiento se desvían. Nos quitan oportunidades. Se pierden créditos, becas, apoyos o subsidios que podrían haber beneficiado a cualquier ciudadano honesto. Pero terminan en manos de redes clientelistas o en cuentas personales de quienes saben manipular el sistema.
Y la corrupción también encarece todo. Cuando una empresa debe pagar sobornos para operar, ese costo lo trasladan al producto o servicio. Así que terminamos pagando más por lo mismo. No se trata solo de grandes robos; es una cadena que impacta el precio de lo que compramos, el acceso a lo que necesitamos y el futuro que queremos construir.
Cada vez que un peso público desaparece, se nos esfuma una posibilidad. Una obra que no se termina, una escuela que no se construye, una vía que se queda en planos. Nos afecta a todos. Por eso necesitamos enfrentar la corrupción con fuerza y decisión, cerrando los caminos por donde se escapa nuestro dinero y devolviendo la confianza a quienes sí quieren construir país de manera honesta.