La Crisis en Salud en Colombia. ¿Tácticas de Sometimiento al Pueblo?
En Colombia, la crisis en el sistema de salud está alcanzando niveles alarmantes que no pueden ser ignorados. Las deficiencias en el acceso a medicamentos, el deterioro de la infraestructura hospitalaria y la creciente incertidumbre sobre el futuro de la atención médica reflejan patrones preocupantes que recuerdan las tácticas utilizadas por regímenes autoritarios de corte izquierdista para someter a sus pueblos.
El desabastecimiento de medicamentos esenciales en hospitales públicos es una de las señales más inquietantes. Enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión están quedando sin tratamiento adecuado, mientras que los pacientes deben recurrir a sistemas privados inaccesibles para muchos. Esta situación, lejos de ser accidental, podría interpretarse como una estrategia para aumentar la dependencia de los ciudadanos al Estado y sofocar cualquier tipo de disidencia. Esto recuerda a lo ocurrido en Venezuela, donde desde 2010 el colapso hospitalario y la escasez de medicamentos debilitó a la población, creando una dependencia extrema al gobierno de turno.
La falta de inversión y mantenimiento en hospitales y centros de salud refleja una indiferencia peligrosa. Si bien se habla de «transformaciones» en el sistema de salud, los resultados visibles son colapsos en servicios esenciales. ¿Qué mensaje envía esto al pueblo? Uno claro: el bienestar está condicionado por las decisiones de quienes detentan el poder, y la salud es una herramienta más para ejercer control. Un ejemplo histórico es la Unión Soviética durante el Holodomor (1932-1933), cuando la colectivización forzada causó millones de muertes por hambre, debilitando físicamente a la población para evitar resistencia.
El acceso desigual a tratamientos y beneficios médicos en función de afiliaciones políticas es una táctica conocida en regímenes autoritarios. Las recientes reformas en salud, más que solucionar problemas estructurales, parecen encaminadas a centralizar el control y fragmentar aún más el acceso, dejando a las poblaciones más vulnerables sin alternativas reales. Algo similar ocurrió en Cuba, donde el sistema de salud, aunque reconocido internacionalmente, mostró fallas críticas desde los años 90, con el racionamiento de medicamentos y un acceso a tratamientos avanzados condicionado por la lealtad política.
La falta de transparencia en las cifras reales sobre desabastecimiento, recursos disponibles y el impacto de las reformas propuestas crea un ambiente de incertidumbre. En este vacío informativo, se fomenta la resignación de un pueblo cansado de buscar respuestas y soluciones que nunca llegan. En Corea del Norte, durante la «Marcha Ardua» (1994-1998), el régimen ocultó deliberadamente información sobre la hambruna masiva, agravando la crisis mientras aseguraba recursos exclusivamente para las élites militares.
Cuando el Estado centraliza el manejo de los recursos sanitarios y limita la participación de otros actores, la salud se convierte en una moneda de cambio político. Esto ya lo hemos visto en Camboya, bajo el régimen de los Jemeres Rojos (1975-1979), donde la eliminación de médicos e intelectuales dejó a la población sin acceso a atención médica, debilitándola física y psicológicamente para consolidar el control total del régimen.
Es preocupante observar cómo estas tácticas que han caracterizado a regímenes autoritarios a lo largo de la historia parecen estar infiltrándose en Colombia. La salud, un derecho fundamental, está siendo puesta en jaque, y el pueblo colombiano enfrenta un futuro incierto en el que su bienestar está cada vez más condicionado por decisiones políticas cuestionables.
No podemos permitir que estas estrategias de sometimiento avancen. Es momento de alzar la voz y exigir transparencia, gestión responsable y un enfoque en soluciones reales para garantizar que el sistema de salud vuelva a ser lo que debe ser: un garante de la dignidad y el bienestar de todos los colombianos.
Fernando Basto C..- #FernandoReflexiones